Un mal ejemplo

EL GESTICULANTE Correa, presidente de Ecuador, está perdiendo pelo. No todo se consigue sonriendo. Su reacción contra la libertad, representada por la prensa en El Universo, un diario de allí, acabará costándole cara: 40 millones de dólares y tres años de cárcel a los responsables (?) es mucha tela. La política, hoy, no da para tanto. Los de aquí son más cautos, pero ni a Correa le conviene despeinarse o se quedará calvo de pronto. Todo lo que no sea diálogo expresivo de verdades, discutibles o no, es a la larga mortal para la política y también para la justicia. Una lección que todos deberán aprender desde niños, cuando los mayores más inútiles nos parecían omnipotentes. Quizá sea la muerte lo único que tenemos en común los vivientes. Más aún que la estupidez y la ambición, casi comunes a todos, inteligentes o no, que van enfrentados o unidos (en partidos políticos, religiones, ideales, familias) camino de la muerte. Es bueno que nos hagamos ilusiones (el dinero y la fama son dos de ellas), pero mejor aún no hacérselas. Que la soberbia empecinada en sí misma de Correa (Gürtel en alemán) nos enseñe, al menos, algo. Aunque aquí tengamos al maestro Urdangarin.